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lunes, 18 de abril de 2011

El Turista

Todos en la nombrada Semana Mayor aprovechan para salir de sus rutinas, medio país se concentra en las playas del basurero de San José, el resto nos dispersamos por lo que queda del país. Por mi parte, los últimos tres días he dedicado parte de mi tiempo a recorrer las calles de este (por ahora) callado pueblo en donde mis padres han anclado su rutina. Ellos nunca salen de acá así que si quiero pasar tiempo con ellos he de venir a visitar.
Algún tiempo fue mi hogar también pero ahora, mientras recorro cada esquina todos me ven de una forma extraña, como si conocieran a una persona que viene de lejos. Una que otra señora reconoce mi rostro y dice "Yo lo chinie de chiquito", se despiden con un gesto alegre y siguen su camino. Algunos otros me ven con ojos de asombro, queriendo deducir de mi a que se debe mi fachada.

Armas, alcohol, venganza y asuntos de un tal jueputa son los temas de relevancia entre quienes se sientan en el parque central. He deducido que estamos muy avanzados a otros países, se anuncio que la policía brasileña utilizara lentes con tecnología de reconocimiento facial al mas puro estilo de Alex Murphy capaz de entregar datos específicos de una entre 400 personas por segundo en un radio de 50 metros. En este lugar las cosas ya funcionan así, la sociedad es capaz de dar el mismo resultado de cualquier persona sin necesidad de estas gafas; son directorios ambulantes que distinguen la realidad de cada que pasea frente a sus ojos. El narco, el matón, el ladrón; todos son reconocidos en este pueblo. Es un paraíso para este tipo de personas pues al parecer la generosidad de la sociedad les deja andar libremente entre ellos ignorando lo que a mi juicio debería ser castigado por la ley.
Poco a poco el pueblo se va silenciando y deja escuchar las fiestas armadas entre música de mi desagrado y fusiles desplomando las nubes. La luna se tiñe de rojo como si algún disparo hubiera herido de esta recordándome la ola de muertes que con regularidad se dan en estas "fiestas".
Mas lento, mas lento suelo pedirme mientras camino, pienso y charlo. No he de exteriorizar todo mi confuso pensamiento a quien esta acostumbrado a esta •tranquila• vida de pueblo.
Hay tantas cosas más que quisiera contar a cerca de este lugar que memorias me trae y por momentos quisiera habitar. Pero dejare que todo salga por su propia cuenta durante esta semana de visita.